Una platería , mucha luz y un escritor
Era una mañana de sábado tranquila en la platería, donde el brillo de las joyas reflejaba la luz del sol que entraba por las ventanas. Mientras organizaba algunas piezas, el sonido de la campanita de la puerta me hizo mirar hacia arriba. Un hombre elegante, con americana de color perla y una sonrisa cálida, entró con la confianza de quien sabe que tiene algo valioso que ofrecer. “Buenos días”, dijo, su voz suave y envolvente. “He estado mirando esta platería, tiene una belleza que desprende luz”. Sus palabras, cargadas de sinceridad, resonaron en el pequeño espacio, como un eco que invitaba a la conversación. Me presentó su nombre: escritor y psicólogo. A medida que hablamos, me di cuenta de que su mirada intensa y su forma de expresarse estaban llenas de una sabiduría profunda. Hablamos de la vida, de la conexión entre las personas y de cómo las palabras pueden transformar nuestra realidad. Cada frase que pronunciaba parecía brillar con una luz propia, como las piezas que me rodeaban.
“
Las historias que contamos son como joyas
me dijo. “Cada una tiene su propio brillo, su propia verdad”. En ese momento, comprendí que su pasión no solo era la escritura, sino la forma en que tocaba las almas de quienes lo escuchaban. Me mostró su libro, un compendio de reflexiones y relatos. Mientras pasaba las páginas, sentí que cada palabra contenía un fragmento de luz, un destello de comprensión que iluminaba los rincones más oscuros de la mente y el corazón. El tiempo voló en esa conversación encantadora, donde las risas y las reflexiones se entrelazaban en un baile armonioso. Se despidió con un apretón de manos. Mientras cerraba la puerta tras él, el aire quedó impregnado de su energía, un recordatorio de que a veces, en un simple encuentro, podemos encontrar el brillo.