Historias person Por: Maria del Carmen Contreras

Hoy es para ti abuela Carmen o abuela Coco como cariñosamente te decíamos

Hoy es para ti abuela Carmen o abuela Coco como cariñosamente te decíamos

En María Platería hoy este blog va dedicado a mis abuelos Juan y Carmen


La pasión por las joyas

Sin duda la tengo por los genes de mi abuela Carmen a la cual le encantaban los collares y pulseras juntos con sus anillos las piezas grandes decía se combinaban muy bien ,preferencia el color oro, pero tenía de todos los tonos y su colección de llamadores de ángeles era interminable ,cuando vino a conocer la tienda ya su movilidad estaba más limitada, pero no dejo de dar vueltas mirando las vitrinas todo le gustaba y le encantaron donde estaban colocadas todas las piezas sobre todo los anillos en esas cosas tan insignificantes es donde está todo lo que nadie le da importancia una persona mayor recalca su belleza, termino muy cansada pero echo una tarde muy buena con muchas risas y fotos incluidas para inmortalizar en el tiempo
Ahora has dejado de estar con nosotros, pero estas en nuestros corazones te echamos y te echaremos de menos os Quiero Mucho


Siempre para recordar

Carmen y Juan se conocieron

cuando el verano parecía detenerse en una plaza tranquila, bajo la sombra de un viejo árbol que parecía guardar secretos de generaciones. Él, Juan, con una sonrisa que recordaba a las mañanas claras; ella, Carmen, con la dulzura de quien sabe escuchar el mundo antes de hablar. Se miraron y supieron, sin palabras, que sus vidas podrían entrelazarse como dos hilos que, al juntarse, tejen una historia capaz de sostener minutos, horas y años.

De aquel encuentro nació una historia de paciencia y complicidad

Se casaron y dieron la bienvenida a dos hijas, Mari Carmen y Fuensanta, nombres que llevaban la música de casa, de abrigos cálidos y tazones de chocolate caliente para las noches frías. En la casa, el aroma a comida casera era un idioma nuevo que todos aprendían a pronunciar cada día: el sofrito que empieza con la cebolla picada y termina en risas; la sopa que cura cualquier cansancio; las historias que se contaban una y otra vez, hasta que parecían nuevas.
Juan era la columna estable de la familia: su voz en las reuniones, su presencia que calmaba la prisa de las tardes, su forma de mirar a cada hija como si fuera la única que importara en ese momento. Carmen, por su parte, era el refugio suave, la risa en medio de la tormenta, la memoria que falla a veces pero que nunca traiciona cuando se trataba de recordar una anécdota que hacía sonreír a todos. Juntos enseñaron a Mari Carmen y Fuensanta el valor de la paciencia, la importancia de la honestidad y la fuerza que se encuentra en la familia cuando parece no haber salida.

Con el paso de los años

Cada una de las dos niñas creció con la certeza de que sus padres estaban allí para sostener sus sueños. Mari Carmen heredó la tenacidad de Carmen y la curiosidad de Juan; Fuensanta llevó la sensibilidad de Carmen y la calma de Juan al mundo que fue mejor gracias a esa combinación. Las pequeñas victorias diarias—un examen aprobado, un logro en el trabajo, un gesto de apoyo en los momentos difíciles—se celebraban como si fueran pequeñas fiestas familiares. Pero la vida, en su curso, trae despedidas inevitables. En 2009, Juan partió físicamente, dejando un hueco que nadie pudo llenar por completo. Aun así, su presencia continuó latiendo en cada historia que se contaba a la hora de la cena, en cada foto que se abría con cuidado para que los ojos recordaran, en cada charla tranquila donde sus consejos, ahora sabios recordatorios, volvían a ser guía. Carmen siguió adelante con esa mezcla de fortaleza y ternura que le era propia siempre tenia un te quiero para mi . Sus días, ahora solos, siguieron cargados de la memoria de quien sabía que el amor no muere cuando la persona ya no está; se convierte en la manera de mirar el mundo, en el modo de sostener a quien vive y en la forma de enseñar a las nuevas generaciones a no temer la ausencia.

Recientemente, Mi abuela Carmen ha fallecido a los 93 años,

dejando atrás una vida que fue un modelo de dedicación, cariño y paciencia. "Me cuesta sin él", podría haber dicho, y sin embargo, su voz siguió siendo un ancla para la familia. Aunque la pérdida pesa, su legado permanece: las recetas compartidas, las historias que enseñan a perdonar con generosidad, las risas que en cada habitación siguen sonando, y la certeza de que el amor que cultivaron sigue adelante hasta el fin de nuestros días


Por todo el tiempo y los momentos vividos
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